No deberías desconectarte, esto se está poniendo… ok ni hablar…, Elena cerro su laptop, se puso los zapatos, unos zapatos morados de agujetas que su padre no tardó en calificar como zapatos de payaso, se puso una blusa limpia y miró por la ventana, afuera estaba frío, en la calle no había ni un alma.
La soledad se acentúa con el frío y el trip hop; mientras cantaba Wondering Star de Portishead se dibujaba una línea negra en el contorno de los ojos, había decidido que era hora de salir.
El concreto frío de las banquetas era mejor que el cibersexo en casa, Tomo su abrigo gris y la bufanda de bolitas que su abuela le había comprado cuando niña, abrió la puerta y por un segundo sintió muchas ganas de volver y meterse en la cama debajo de muchas cobijas, pero sonó el celular, “Dany Glamour”, era su amiga Daniela para avisarle de una fiesta en el centro.
“Estoy en la casa, me voy a tardar en llegar”, colgó el teléfono y se apresuró a la parada, casi no había autos en la avenida ni mucho menos transporte público. El temblor en los labios y la nariz adormecida la hizo sentirse como si se tratara de una mañana de año nuevo, la diferencia era que faltaban un par de meses para el año nuevo y que no era de mañana, eran las cinco de la tarde y ni rastros del sol, ni rastros de una combi, ni rastros de una sonrisa conocida.
El celular vibró, era un mensaje de Dany Glamour “nos vamos a mover para el sur a casa de un wey, llegas a metro CU y me marcas para que vayamos por ti”, guardó el celular en la bolsa del abrigo y se puso a caminar sobre la avenida desierta.
Era hora de decidir, las alternativas eran: 1- esperar indefinidamente un autobús que la condujera a algún metro, iniciar una travesía de más de una hora por varías líneas y llegar a una fiesta en la que no conocía más que a su amiga Daniela. 2- Regresar a su casa, entrar a la cocina, tomar cualquier cosa del refrigerador y subir a su recámara a ver si su ciberamante seguía conectado. Se detuvo en seco, miró un parque que con el atardecer semejaba el escenario de un programa de terror barato, aun así se aproximo.
Había una banca de hierro en la que estaban sentadas un par de viejecitas, las dos ataviadas con abrigos, faldas, medias gruesas , bufanda y guantes, las dos parecían sacadas de la etiqueta de algún chocolate de mesa. Elena se sentó en la misma banca, solía hacer ese tipo de cosas con la intención de perturbar, su cabello azul eléctrico, sus zapatos morados a juego con sus labios resultaban siempre un elemento incómodo, las dos señoras eran el blanco perfecto.
Pasaron algunos segundos en silencio, “Eva, hasta la niña te va a decir que estás mal, uno se tiene que checar ese tipo de cosas”, Elena frunció el ceño, estaba a punto de levantarse cuando una de las ancianas se dirigió a ella “¿hija tu crees que si de repente te falta el aire debes ir a al doctor para ver que tienes?”, Elena contestó que sí y se levantó, la anciana la tomó del brazo, “ves Eva, no hija , no te vayas, esta vieja necia necesita que alguien más le diga que tiene que ir al doctor”
Elena sonrió y volvió a sentarse, las ancianas siguieron discutiendo y preguntando cosas a las que Elena contestaba con monosílabos y sonrisas, así pasaron varios temas, que si la falta de aire de Eva, que si las hijas de Emilia (la otra señora), que si esto, que si lo otro, las tres en una charla que se extendió hasta que se encendieron las luces de alumbrado público.
Emilia dijo que ya era hora de regresar a su casa a darle de cenar a su viejo, Eva dijo que ya era muy tarde, las tres se levantaron y a paso lento llegaron a la avenida, ahí Elena miró el reloj de su celular, y vio que apenas eran las 8, igual y le daba tiempo de llegar a la fiesta, “el celular es uno de los males de la juventud, muchos jóvenes se van a queda artríticos por andar mensaje que mensaje”, Elena sonrió y guardo el teléfono, paso un taxi y Emilia le hizo la parada “súbete hija, te llevamos a tu casa, tus papás han de estar preocupados de que andes afuera tan tarde”.
Subieron al taxi, todo el trayecto Elena llevaba una sonrisa en el rostro, esta vez habían incluido al taxista en el debate de cómo se hacía el mole de olla, el hombre no tenía idea pero les seguía la plática con monosílabos, era una discusión de cuatro en donde solo dos tenían la palabra, era un cuadro divertido para todos.
El auto dio vuelta en la calle donde vivía Elena, ella les indicó cual era su casa y el taxi se orilló “nos vemos hija, cuídate mucho”, “a ver si nos vemos después, me tienes que decir dónde te compraste tus zapatos, están bien bonitos pareces muñequita con tu pelo azul y tus zapatos lilitas”.
Regresó al taxi y se despidió de beso de ambas, dio las buenas noches al taxista y desde afuera se despidió con la mano, se quedo en la banqueta mientras el auto se alejaba, y entró a su casa.
Su padre estaba sentado a la mesa con una caja de pizza y un vaso de leche “¿no ibas a salir?” , ella fue a la cocina por un plato y un vaso “hace frío”, Se sentó frente a su padre, tomo un pedazo de pizza de la caja y se sirvió un poco de leche. Los dos hacían los mismos ademanes al comer, era como una rutina sincronizada, se descubrieron tomando la pizza y mordiéndola al mismo tiempo, se rieron.
Se fueron a la sala y encendieron la televisión, “¿quién te trajo?”, “unas amigas”, “deberías tener más amigas de esas que te traigan más temprano”, Elena sonrió y se acurrucó al lado de su padre, “si verdad”.
1 comment:
Me gustan todos, pero más este... aunque le tengo muchos peros.
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