Sunday, October 05, 2008

El Salto

No se quería quedar sentado esperando la hora de su desventura, quería salir, comerse el mundo y dejar atrás el estrés, el tedio que lo rodeaban, soltó un suspiro, por decimoquinta vez en el día se imaginó en la playa, con su puesto de cocos y su torre de libros apilada a un lado de un mueble donde acomodaría tarros para cerveza y copas grandes para ginebra con agua de coco.


Juan llamó a la puerta de su oficina, lo distrajo de su fantasía recurrente, -¿te enteraste que está acá?-, la pregunta terminó de tajo con la imagen, ella había vuelto, estaba en el mismo edificio, se acercó a la ventana y vio su auto en la calle estacionado del otro lado de la acera, desde su oficina podía ver el conejo de peluche al interior del vehículo y el golpe en la salpicadura que él mismo había dejado ahí cuando ella lo enseñaba a manejar.


Entró a la oficina sin tocar, traía el pelo más largo, las caderas más anchas y un aire maduro en su rostro redondo que le proveía de mayor interés.


-Europa te sentó bien- le dijo él casi temblando


Ella se acercó y lo abrazó –Es bueno volver a casa-


Juan volvió a tocar la puerta, Méndez la esperaba, era hora de definir su futuro laboral.


Salió de la oficina sin despedirse, él volvió a suspirar y pensó en lo que sería la vida de ahora en adelante, la misma oficina, el mismo trabajo, tendría que verla de lejos día tras día, sin poder acercarse, dio otro suspiro y dentro de sí, sintió como se juntaba toda su desesperación , abrió la ventana y se arrojó al vacío…


Mientras caía directo a la banqueta cayó en la cuenta de que estaba en un primer piso, se rió y pensó que, después de despertar iría a su casa, vendería todo y se mudaría a la playa.