Alina despertó ante el zangoloteo del aterrizaje, abrió los ojos y vio por la ventana la pista del aeropuerto de San José, pocos aviones, no había luces palpitando por doquier como en el de la Ciudad de México.
Días atrás había recibido un cheque de liquidación de su empleo como vendedora de ropa en un centro comercial, ocho años, un monto que tenía destinado a invertir en un negocio junto con su tía Jimena. Ese día llegó a su casa abrió un libro de Juan Rulfo que leía sin poderlo terminar desde hace años, se sentó en el sillón, uso el cheque de separador, cerro el libro y encendió la televisión.
Era un capítulo multirrepetido de una de esas series médicas en las que durante 45 minutos el paciente agoniza hasta que, milagrosa e ingeniosamente, el doctor malhumorado -pero toda una eminencia- descubre la cura. El médico estaba a punto de emitir el diagnóstico correcto justo en el momento en que sonó el teléfono
- aló, buenas…
Las piernas le temblaron, el libro resbaló del sillón y cayó, abierto en una página separada por una foto de ella con un hombre alto y rubio.
- hooola, buenas
Era Exel, un costarricense que había conocido en la fiesta del pueblo de su tía Jimena, él estaba ahí invitado por un amigo. Exel no acostumbraba a viajar seguido, se dedicaba a la siembra de café orgánico en San José; en los últimos años el negocio había crecido y se había vuelto más absorbente, México era un destino que le llamaba mucho la atención y cuando su amigo Julián le dijo que lo invitaba a un fiesta en uno de los pueblos cafetaleros en Veracruz no dudo en aceptar.
Así, se conocieron sentados a la mesa en la fiesta, Alina llevaba un vestido bordado de flores que su tía Jimena había pasado meses confeccionando, Excel se deslumbró con su ojos grandes y negros, y Alina pensó que algo raro debía estar ocurriendo porque no podía dejar de mirar la sonrisa de güero que hablaba con acento extraño.
Terminada la comida, pasaron un par de horas platicando, un fotógrafo que con la mano derecha sostenía una réflex zenit antigua y con la izquierda su bastón, les preguntó que si les tomaba un fotografía, Exel pasó su brazo por encima del hombro de Alina, ambos sonrieron y el momento se inmortalizó, era el mismo momento que ahora miraba a Alina desde las páginas del libro que continuaba en el piso.
Alina debía regresar a la ciudad. Su tía habría dado cualquier cosa porque se quedara en Veracruz.
- No me puedo quedar tía, en la tienda no me dan permiso de faltar, me van a descontar mucho si no voy mañana.
La tía Jimena había criado a Alina como su hija desde que sus padres murieron en un accidente de coches en la sierra cafetalera. Alina se convirtió de una niña vivaracha a una mujer centrada y de mirada serena, una mirada que se entristeció cuando se despidió del güero de la sonrisa perturbadora.
Exel se despidió con un beso en la mejilla y un abrazo, le dio a su nueva amiga un papelito doblado con muchos números y una dirección de correo electrónico.
- los primeros números son la clave para que llame a mi país, o escríbame
Alina guardo el papel en un libro que cargaba es su bolso, ahí mismo metió la fotografía, sin notar que tenía algo escrito en la parte de atrás.
Fue casi una hora de hablar por teléfono, después de la fiesta en Veracruz las conversaciones telefónicas fueron una constante durante un tiempo, luego, se espaciaron hasta convertirse en esporádicas, raras; esta tarde Alina colgó el teléfono con un suspiro que se le escapo de entre los labios, se había enamorado de una sonrisa, una que estaba muy lejos.
Levanto el libro y vio la fotografía, su vestido de flores, su sonrisa, la sonrisa de Exel, el cheque se asomó entre las páginas y Alina decidió que era hora de volver a Veracruz con su tía Jimena, habían sido muchos años en la ciudad trabajando día a día sintiéndose sola y lejos de todo.
Hizo una maleta, lo demás decidió dejarlo, en casa de tía Jimena tenía lo necesario, seguramente no extrañaría las poquitas cosas que había comprado para alegrar un poco el departamento en que vivía. Todas eran de plástico, vistosas, pero frías e inhumanas como la ciudad en que había vivido durante poco más de ocho años.
Decidió cambiar el cheque, cuando salió del banco tomó un taxi, pensaba pedirle al conductor que la llevara a la terminal de autobuses, sin embargo el taxista se adelanto a hablar.
- al Aeropuerto señorita??
Alina recordó que hacía cinco años había tenido que a asistir al gerente de la tienda donde trabajaba en un convención en Guatemala, abrió su maleta y en un compartimento interior tenía su pasaporte, en la foto usaba su vestido floreado.
- si, pero olvide hacer algo, espéreme un momento
Bajó del taxi y entro nuevamente en el banco, sacó el dinero de su bolsa y le envió un giró a su tía Jimena por la mitad del importe de su cheque.
En el aeropuerto llamó a su tía Jimena para pedirle que recogiera un dinero que le había mandado, entró al baño y se puso el vestido bordado con flores.
Subió al avión y empezó a leer, le faltaban sólo tres páginas para termina el libro. El final llegó, inesperado y lleno de incógnitas aun por resolver, Alina cerró el libro y saco la foto, cuando la agarró sintió las letras en la parte trasera.
“usted es lo más bonito que conocí de México, ojalá la pueda volver a ver”
Sonrió y se durmió, sabía que había tomado la decisión correcta.
1 comment:
Mi viiiddaaaaa es una hermosa historia de amiurssssss!!!
Llegué sano y salvo a mi casa y al museo... ps sí verda´ si no no te estaría escribiendo...
Besos!
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