Mientras la avenida Thiers parecía haberse convertido en un estacionamiento inerte, él escuchaba The Dears en el estereo de su auto con las ventanillas cerradas y el aire acondicionado encendido, miró el reloj y pensó que llegaría –como de costumbre- tarde a la conferencia de Damián; no prestó mucha importancia a su propia impuntualidad y comenzó a pensar cosas dispersas al tiempo que observaba las reacciones de la gente en sus autos estáticos.
Harto de ver caras de hartazgo volteó para la banqueta, en ese preciso momento el cambiador automático de su Ipod hizo seguir una canción conocida que sólo podía hacerlo pensar en una cosa… la vio ahí como aparecida por un mago.
Ella caminaba a prisa, disminuyó la velocidad al escuchar a un hombre calvo en un aztec con el vidrio de la ventanilla abajo cantando a todo pulmón las canciones del nuevo disco de Luis Miguel, dibujó una enorme sonrisa en su rostro y abrió sus ojos redondos más que de costumbre, siguió caminando y entonces lo vio de frente.
Traía la misma playera blanca que había usado el primer día que salieron, el cabello al mismo largo, por un momento él sintió el impulso de bajar del coche y abrirle la puerta e iniciar la misma plática de aquel día –tu aún tienes esperanza de ser puntual-, recordó la conferencia, le pesó la tardanza del semáforo en cambiar y recordó también que a su lado sus defectos se veían siempre más grandes.
Trató de evadir un encuentro, volteó hacia la otra acera, ella ya lo había visto, la sonrisa le cambió por una más dulce y más amarga al mismo tiempo, ella notó que quería evadirla, reconoció al instante la misma mirada que él tenía día antes de terminar cada vez que la veía, evasión, molestia.
La canción de su reproductor lo hizo pensar en las muchas veces que se había llegado apurado a su casa para ver si estaba conectada en el Messenger y las muchas veces que había evitado hablarle, bajó el vidrio le llamó por su nombre y ella se acercó un poco.
-¿Te llevo?- la pregunta parecía tan natural y tan honesta como la respuesta de ella – No, gracias, el tráfico está parado, además voy en sentido contrario.
Ambos se rieron ella empezó a ponerse roja y él empezó una platica trivial moviendo las manos y el cuello como síntoma típico en él cuando estaba nervioso.
Tuvo la casi imperiosa necesidad de invitarla al congreso, tuvo la casi imperiosa necesidad de darle un abrazo simplemente para ver qué se sentía.
Ella escuchó la canción y recordó que en su casa estaba la película a la que pertenecía, envuelta en papel de regalo y con una tarjeta que decía “se me puede olvidar todo menos tú”, jamás se la daría.
Fue un segundo en el que ambos tuvieron un flashback de imágenes, ellos varados en alguna estación de tren en un viaje largo, ellos tratando de contenerse en el asiento trasero de ese mismo auto, ellos caminando sobre reforma hablando de todo y de nada, ellos formados en alguna fila interminable de algún museo, ellos debajo de la lluvia, ellos en la casa de ella besándose a espaldas de su madre, ellos recostados en el césped de algún lugar lejano, ellos discutiendo ante la impotencia de una indiferencia incontenible, ellos sintiéndose solos aun estando con el otro…
De repente el semáforo cambió a verde, él recordó que había invitado a Cecilia a la conferencia y que seguramente ella lo esperaba allá, ella debía apresurarse para ver a su novio, se despidieron de lejos ella se acercó para plantarle un beso en la mejilla pero la interrumpió el claxon del auto de atrás, retrocedió se despidió agitando su mano en el aire y el auto de él avanzó alejándose entre el murmullo del trafico que se pondría estático nuevamente unos metros adelante.